Julian Pampillón8-10 minutes 12/29/2024
CASI TRES AÑOS DEL RESCATE
La secuela de los años de confinamiento en un vagón de tren continúan observándose por estos días. Mafalda murió hace unos meses atrás y el resto transitan una vida casi normal pero atada a las enfermedades. La palabra de la organización mundial que los trasladó al santuario ubicado en África.
8.140 kilómetros. Esa es la distancia que separa San Luis con el refugio Lion Srock ubicado en Sudáfrica y es el lugar que contiene a los dueños de un verdadero cuento: los tigres rescatados de San Luis.
A casi tres años del operativo de rescate que trazó la organización internacional de Four Paws, los animales transitan una segunda oportunidad de vivir con la libertad que nunca habían experimentado, aunque con las secuelas de un pasado marcado a fuego por el encierro.
Un breve recordatorio de la historia. Después de 15 años de permanecer en un vagón de tren abandonado en Justo Daract, la familia de cuatro tigres fue rescatada en marzo de 2022 a través de un complejo operativo que consistió de múltiples etapas.
El primer paso fue el viaje al Aeropuerto de Ezeiza por tierra y luego por aire hasta Johannesburgo (con escala en Ámsterdam) y, de allí, al refugio destinado y ambientado especialmente para grandes felinos, a dos horas por ruta.
Pero para conocer en detalle el día a día de los tigres, El Chorrillero dialogó con Luciana D’Abramo, uno de los tres directores ejecutivos que tiene la ONG. Un cambio de 180 ° de sus vidas y el tratamiento de sus enfermedades, podría resumir la estadía.
El dato, quizás, más importante es que Mafalda, la única hembra de los cuatro, murió el 4 de agosto de este año como consecuencia de una enfermedad en los riñones. El equipo veterinario lo había detectado en una revisión profunda ni bien arribaron al santuario.
“Todo indica que era una condición genética porque muchas veces estos animales son criados entre ellos. Es similar como con los humanos, si hay mucha reproducción entre individuos de la misma especie y lazos familiares se empiezan a generar malformaciones y problemas. Ella estuvo muy enferma desde que llegó”, sostuvo D’Abramo.
A su vez destacó los últimos momentos de vida de la tigresa: “Muchas veces la gente nos dice ‘uy, pero se fueron en 2022 y al final en dos años se terminaron muriendo, estaban mejor en el vagón del tren’. Definitivamente no, eso lo podemos confirmar, es solo que muchas veces cuando traemos a los animales a un contexto mejor en cierta manera disfrutan, viven y dejan que el cuerpo procese. Hay que recordar que nosotros recibimos a los casos más graves de todo este maltrato”.
Concretamente, hoy no están en la naturaleza al 100% y, probablemente, nunca lo estarán. La directiva sentenció: “Soltarlos donde deberían haber vivido todas sus vidas, es imposible. Cada día que pasan en cautiverio, la posibilidad de rehabilitarlo y soltarlo es casi imposible”.
En la actualidad, Sandro (calculan que tiene cerca de 20 años) permanece en un recinto con cuidados especiales debido a su avanzada edad y porque no puede caminar del todo bien.
Aunque en principio era el que más preocupaba, hoy está en buenas condiciones: “Sale a dar vueltas por todo su recinto todas las mañanas, se pone a descansar en el sol, se vuelve a dormir a la misma hora. Si lo ponemos de alguna forma, es como una persona mayor y está muy bien”.
“Los diferentes recintos varían mucho según las necesidades de los animales. Sandro está en un espacio más reducido, que igual, es 50 veces más grande que el vagón del tren ¿Por qué está en ese espacio? Por su movilidad reducida, si él se va muy lejos, a veces no puede volver a alimentarse. Lo tenemos que tener muy controlado”, describió.
En el caso de Gustavo y Messi, nacidos en el 2011, permanecen en un lugar mucho más amplio donde pueden hacer otro tipo de actividades. Sin embargo, su salud también preocupa ya que padecen de la misma enfermedad que la madre.
“Es otra consecuencia de tantos años de haber estado mal alimentados e hidratados. Están enfermos los dos, pero los estamos acompañando. Messi está en un estado un poco más crítico”, agregó la proteccionista.
Ambos transitan sus días juntos en un espacio mucho más grande, en comparación al de Sandro. “Si alguien ha visitado un zoológico tradicional, el lugar de los hermanos es como 30 veces más grande”, de esa forma graficó D’Abramo.
Para mantenerlos activos, una de las formas que hallaron es ubicar la comida en diferentes lugares y altura para simular (aunque sea mínimamente) la vida silvestre y la caza. “La idea es que ellos puedan subir, bajar, trepar, estar más cercanos a cómo vivirían en un ambiente natural”, aseveró.
Lions Rock es un cambio total. De los 75 metros cuadrados que tenía el vagón pasaron a un refugio de 2500 de pastizales, agua ilimitada y cuidados médicos. En total, alberga a casi 100 grandes felinos rescatados, entre ellos tigres, leones y un leopardo.
“Cada uno de los animales está chipeado, tenemos toda la información, los requerimientos médicos, todo. Se les administra medicación cuando es necesario y se los alimenta con rutinas que ayudan también no solo a darles de comer y que se habitúen. Por ejemplo, cambiamos en qué momentos o en qué horarios, para que sea más cercano a lo que puedan vivir en la naturaleza”, dijo.
Lo cierto es que nunca habían salido de esa jaula. Se les daba de comer una vez a la semana y eran los desechos de las carneadas de las vacas: hígado, corazón y pulmón. Y jamás habían establecido ningún tipo de vínculo con humano alguno.
Four Paws tiene oficinas en 14 países, santuarios para animales salvajes en 11 países y ha estado activo en muchos más, entre otros en Siria, Gaza, Pakistán, Sudán y Camboya.
El recuerdo del proceso del rescate y el desafío fue otro de los temas abordados en la entrevista. Fueron varias visitas a Justo Daract y largas jornadas de debate para saber qué sería lo correcto llevar adelante.
El caso llegó a las manos de la ONG a través de una de las activistas colaboradoras. Hubo un primer acercamiento y análisis y comenzaron a contactar a las autoridades tanto nacionales como provinciales. La asistencia y el interés del Estado estuvo siempre al 100%, de acuerdo a D’Abramo.
“Estas misiones de rescate necesitan una logística especial porque lamentablemente los seres humanos somos muy creativos en cómo mantenemos animales en estas situaciones de cautiverio. Fue necesario antes de venir al rescate hacer una visita para entender con qué estábamos lidiando. Cada vez que trabajamos con animales salvajes, mucha gente cuando los ve enjaulados piensa ‘ah bueno, es sacarlos y ponerlos en otro lugar, es simple, total, están domesticados’. Esa es una falacia total”, puntualizó.
Y sumó: “En el momento en que uno empieza a hacer cualquier actividad para tratar de moverlos, para tratar de cambiar esa situación, ellos lo toman como una amenaza”.
Por estos días continúan con rescates en diferentes países tal como Eslovaquia o incluso la ciudad bonaerense de Balcarce o de Luján. La diferencia radica en que en los países más chicos hay “más acceso y discusiones mucho más directas con los gobiernos para, si nos llevamos animales, poder terminar con ese problema a futuro y no se repita”.
Y reflexionó sobre las normativas para terminar con la explotación de animales exóticos: “Debemos tener controles y mecanismos para que estas prácticas no se perpetúen. Si nosotros nos llevamos esos animales y nada más, dejamos espacio para que lleguen otros y se vuelva a perpetuar el sufrimiento”.
“Lo que hacemos es siempre ser muy estrictos. Tenemos que tener evidencia que de donde nos llevemos los animales, no vuelvan a permitir tener animales, porque si la gente falló una vez, probablemente falle de nuevo. Y, por otro lado, lo legal”, indicó.
Según precisó, en Argentina presentaron una carta de entendimiento “hace muchos años” para avanzar en el cumplimiento o generación de normas. “Yo creo que el interés siempre estuvo, para buscar soluciones a casos que son aberrantes”, manifestó.
“Sabemos que lleva tiempo. Nosotros siempre que agarramos alguna de estas peleas para mejorar las condiciones para los animales sabemos que no se logra en una semana o dos meses. Lo que venimos haciendo hace 100 años no va a cambiar en una semana. Pero nos interesa mucho ver el compromiso de ir buscando soluciones y que no sea solo una acción y nada más”, completó.
La historia de los tigres de San Luis en su nuevo hogar acaba de comenzar y la atención que nunca recibieron la tienen ahora. Pero la huella perversa del ser humano impactó de tal manera que jamás se recuperarán. Solo queda que el resto de sus vidas sean en paz.