content3-4 minutes 11/29/2024
En la tranquilidad de la cocina, Dicle se quedó inmóvil, una mueca de dolor cruzando su rostro al intentar moverse. El malestar en su espalda era tan intenso que la dejó completamente paralizada por un momento. Yusuf, que estaba a punto de salir, notó su incomodidad y se detuvo al verla. Su rostro reflejaba preocupación, y al acercarse, le preguntó con voz suave:
—¿Qué te pasa?
Dicle, con un suspiro cansado, se apoyó en la encimera. El dolor le había tenso los hombros y la mirada de fatiga estaba presente en su rostro. Sin poder ocultar más su malestar, le pidió con timidez:
—Es la espalda… ¿Podrías darme un masaje?
Aunque algo reacio, Yusuf aceptó finalmente, sabiendo que no podía ignorar su sufrimiento. Se acercó a ella y comenzó a masajearle los hombros, sus manos firmes pero cuidadosas, tratando de aliviar la tensión acumulada. Mientras lo hacía, Dicle, de repente, decidió romper el silencio con una revelación.
Con una voz suave, pero llena de curiosidad, Dicle mencionó algo inesperado.
—Escuché que vas a trabajar en la empresa de tu familia.
Las palabras la sorprendieron y, por un momento, Yusuf detuvo sus manos. Intentó mantener la calma, pero la incomodidad era evidente en su rostro.
—Eso no es cierto —respondió rápidamente, aunque sus palabras sonaban vacías, como si él mismo estuviera intentando convencerse de que lo que decía era verdad.
Sin embargo, Dicle no se detuvo allí. Sintió que había tocado una fibra sensible y, decidida, continuó presionando.
—Además, mi madre te vio ayudando a Suna a escapar de la casa de los Korhan. No creo que eso haya pasado desapercibido para otros. Si quieres seguir aquí, ten cuidado.
La tensión en el aire era palpable, y Yusuf la miró en silencio, como si estuviera evaluando sus opciones. Estaba a punto de decir algo, pero Dicle, con una mirada seria y directa, añadió con voz suave pero preocupada.
Finalmente, Yusuf suspiró, y con una leve sonrisa, le respondió con determinación.
—No me voy a ir.
Dicle, al escuchar esto, experimentó una sensación de alivio, aunque la incertidumbre seguía presente. Sin embargo, algo dentro de ella la impulsó a ser completamente sincera, por primera vez. Miró a Yusuf con una mirada directa y, con un brillo en los ojos, confesó:
—Espero que sea verdad… Porque no quiero que te vayas.
Fue entonces cuando, por primera vez en mucho tiempo, ambos se permitieron ser completamente sinceros el uno con el otro. Las palabras flotaron en el aire, creando una conexión que ninguno de los dos pudo ignorar. La tensión se disipó, y aunque los sentimientos eran complicados, había una comprensión tácita de que, de alguna manera, sus destinos estaban entrelazados. El silencio, lleno de emoción, lo dijo todo.