content2-3 minutes 11/27/2024
Después de la conversación con Gülgün, Pelin salió de casa con el corazón pesado. El camino desierto estaba iluminado por las luces tenues de las farolas. Las palabras de Gülgün resonaban en su mente, como un consejo a la vez suave y firme: “No te hagas daño a ti misma ni a tu familia. Mereces un futuro mejor.”
Sus pasos la llevaron sin querer al parque, donde ella y Ferit habían compartido momentos hermosos en el pasado. Se detuvo frente a un banco de madera desgastado, el mismo donde habían pasado horas conversando. Los recuerdos inundaron su mente como olas del mar, trayendo consigo sonrisas, miradas tiernas y las palabras amables de Ferit. Pero ahora, todo eso solo dejaba un sabor amargo. Él ya no le pertenecía, y ella ya no formaba parte de su vida.
Pelin se sentó en el banco y sacó su teléfono. Quería enviarle a Ferit un último mensaje, decirle que lo extrañaba, que sus sentimientos no habían cambiado. Pero sus dedos se detuvieron. Las imágenes de Ferit y Seyran, su esposa, llenaron su mente. “Él ya tiene a Seyran,” se dijo. “No puedo ser egoísta.” Las lágrimas rodaron silenciosamente por su rostro, mezclándose con la tranquilidad de la noche.
Con todo el valor que pudo reunir, Pelin abrió su lista de contactos, buscó el nombre de Ferit y borró su número. En ese momento, sintió como si su corazón se rompiera en pedazos, un dolor indescriptible. Pero entendió que solo de esta manera podría realmente dejar ir, liberando a ambos de un vínculo que no debería existir. Pelin se levantó, respiró hondo y siguió caminando. El camino frente a ella estaba oscuro, pero creía que, algún día, la luz volvería a brillar, y encontraría la felicidad que realmente merecía.