content2-2 minutes 11/28/2024
Después de lo sucedido, Sultán llamó a Discle a su habitación para reprenderla. Con un tono severo, le preguntó: “¿Sabes lo que estás haciendo? ¡La reputación de esta familia no puede ser arruinada por un juego infantil!” Discle trató de explicar que el gesto de tomar la mano de Yusuf en la fiesta no era más que una muestra de amabilidad. Sin embargo, la mirada estricta y la actitud inflexible de su madre la hicieron sentir incomprendida. Salió de la habitación con los ojos enrojecidos, herida en su interior, pero con una determinación firme.
En su tristeza y soledad, Discle se prometió no permitir que su amor fuera juzgado injustamente. Creía que Yusuf no solo era digno de ella, sino también un hombre sincero, amable y con un futuro prometedor. Desde ese día, Discle empezó a demostrarle a su madre el verdadero valor de esa relación. Junto con Yusuf, participó en actividades comunitarias y permitió que su madre observara los cambios positivos que el amor había traído a su vida. Por su parte, Yusuf, con sinceridad, no dejó de esforzarse para mejorar como persona.
Con el paso del tiempo, Sultán empezó a notar la madurez de su hija. Una noche, le preguntó con suavidad: “¿De verdad crees que él es digno de ti?” Mirando a su madre con determinación, Discle respondió: “Mamá, no solo lo creo, lo sé. Quiero que veas que nuestro amor es sincero.” Esas palabras dejaron a Sultán pensativa. Aunque aún tenía ciertas dudas, decidió dar un paso atrás y dejar que el tiempo hablara. Y así fue: la sinceridad y los esfuerzos de Discle y Yusuf lograron que ella cambiara de opinión y aceptara el amor que su hija había elegido.