content2-3 minutes 11/28/2024
Era un viernes por la noche, y Fina acababa de salir de su turno en el trabajo. Estaba cansada, deseando solo llegar a casa para descansar, cuando al girar una esquina, se encontró con Santiago. Él estaba allí, de pie, con dos entradas de cine en la mano, una sonrisa forzada en su rostro. Fina se detuvo en seco, sorprendiéndose al verlo, pero no pudo evitar sentirse incómoda al instante.
“No puedo aceptar un no como respuesta”, dijo Santiago, bloqueándole el paso con una determinación que hacía que Fina frunciera el ceño. Ella, intentando mantener la calma y no dejarse arrastrar por la incomodidad del momento, lo miró fijamente y le pidió, con voz firme, que se apartara para poder seguir caminando. Pero Santiago no se movió, y sus palabras se hicieron más insistentes. “Estoy seguro de que no quieres salir conmigo porque tienes novio… Pero aún así quiero invitarte al cine. No tienes por qué preocuparte”.
Fina, ya cansada de esta situación que parecía no tener fin, levantó la voz. “Santiago, basta. Si sigues comportándote así, no quiero hablar contigo nunca más”, dijo con firmeza, sin poder ocultar su frustración. No estaba dispuesta a tolerar más acosos ni insistencias. Santiago, lejos de calmarse, estalló en cólera. En un impulso furioso, rompió las entradas de cine frente a ella, dejando caer los pedazos de papel al suelo. Con una expresión de rabia en su rostro, gritó palabras incoherentes, acusándola de ser cruel y egoísta, antes de girarse y marcharse rápidamente.
Fina observó cómo se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y desconcierto. No entendía por qué Santiago no podía aceptar un simple no, pero sabía que era un paso importante para poner un límite claro. Después de todo, nadie debería sentirse presionado a hacer algo que no quiere.