content2-3 minutes 11/28/2024
Una noche tranquila, cuando Fina finalmente lograba descansar después de una semana agotadora, su teléfono sonó. Al principio no le prestó mucha atención, pero al ver que el número era desconocido, algo en su interior le hizo dudar. Decidió contestar, pensando que podría ser una llamada importante. Al otro lado de la línea, una voz familiar la sorprendió. Era Santiago, hablando como si no hubiera pasado nada, como si fueran una pareja. “¿Por qué no contestaste antes? Te llamé varias veces”, dijo con tono reprochador, como si fuera lo más natural del mundo.
Fina, desconcertada y sintiendo una creciente incomodidad, intentó procesar lo que acababa de escuchar. Su corazón latía rápido, el miedo comenzaba a invadirla. ¿Cómo era posible que Santiago, después de su rechazo rotundo, la llamara de esa manera? Sin poder soportarlo más, le colgó de inmediato, el miedo y la confusión nublando su mente.
En los días siguientes, las llamadas no pararon. Desde diferentes números, Santiago insistía, siempre con el mismo tono familiar y desafiante. Fina trató de ignorarlas, pero pronto se dio cuenta de que la situación estaba fuera de control. Decidió cambiar su número de teléfono, con la esperanza de que eso pondría fin a la pesadilla. Sin embargo, sabía que esto no sería suficiente. Al día siguiente, sin pensarlo más, se dirigió a la policía y denunció el acoso. Sabía que tenía que poner un alto a esa situación antes de que fuera demasiado tarde.
La policía comenzó a investigar, y aunque Fina no podía dejar de sentirse vulnerable, se sintió aliviada al saber que había tomado la decisión correcta. A partir de ese momento, su vida comenzaría a retomar el curso normal, sin la sombra del acoso que había oscurecido su tranquilidad.