content3-3 minutes 11/30/2024
Después de la tensa cena con la familia Luján, Jana se levantó en silencio y se dirigió a la cocina, un lugar donde siempre encontraba algo de paz. En noches como esa, cuando ya no había tensiones por las cenas elegantes o las miradas inquisitoras, la cocina era el único lugar donde se sentía tranquila y segura. Al entrar, una oleada de calor la envolvió, y al estar allí, todo a su alrededor parecía más ligero.
María Fernández, una amiga antigua de la familia, estaba de pie junto al mostrador y sonrió al ver a Jana. “Jana, sé lo que estás sintiendo,” dijo María, con una voz cálida y reconfortante. “Este lugar siempre ha sido un refugio para quienes buscan algo de consuelo. No te preocupes, superarás todo esto.”
Jana se sentó en una pequeña mesa, sintiendo la paz que el ambiente cálido le ofrecía. Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Poco después, Petra y Ricardo aparecieron, con expresiones severas. “Jana, no puedes volver a la zona de los sirvientes,” dijo Petra, con tono frío. “Es una orden de la Marquesa. No puedes andar por aquí como si nada.”
Las palabras de Petra la dejaron descolocada. Jana ya estaba acostumbrada a este lugar, pero ahora ni siquiera este sitio parecía ser suyo. Su mirada se nubló de tristeza, pero no dijo nada. Petra y Ricardo se fueron, dejando a Jana sola, rodeada de un aire frío, como si una luz se hubiera apagado.
En ese momento, la señora Ros, la única en la familia Luján que siempre había confiado en ella, entró en la cocina. “Jana, debes aprender a controlarte más,” le aconsejó suavemente. “Si realmente deseas ser una esposa ejemplar, tendrás que soportar todo esto. A veces, la paciencia y la tolerancia son el único camino para superar los desafíos.”
Jana bajó la cabeza, sintiendo que la presión sobre sus hombros aumentaba. Pero en ese instante, una llama de determinación encendió su corazón. Sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, pero nada la detendría en su camino hacia su objetivo. Si quería cambiar su destino, tendría que luchar contra sí misma y contra los desafíos que la vida le traería.
Cuando la señora Ros se fue, Jana permaneció allí por un largo rato, reflexionando sobre sus palabras. La paciencia y la tolerancia no eran cosas fáciles, pero si lograba superarlas, se volvería mucho más fuerte. Sabía que más pruebas vendrían, pero no se rendiría tan fácilmente. Se prometió a sí misma que, por muy difíciles que fueran las circunstancias, seguiría luchando.