content3-3 minutes 12/1/2024
Seyran se sentó en silencio en su pequeña habitación, con el corazón pesado, como si todo estuviera presionando contra ella. Las frías palabras de Ferit seguían resonando en su cabeza sin cesar: “Si no te vas, le contaré todo a tu padre.” Sabía que su padre era un hombre estricto, y que esto no solo dañaría el honor de su familia, sino que también podría sumergirla en un desprecio del que nunca podría escapar.
Sin embargo, el dolor más grande no era la amenaza de Ferit, sino la injusticia que tenía que soportar. No entendía por qué, solo por ser su esposa, debía cargar con todos los errores, desde los fallos pasados hasta las decisiones equivocadas que él tomaba. Sentía que estaba atrapada en una jaula dorada, incapaz de escapar, pero al mismo tiempo, sabía que no podía seguir viviendo de esa manera.
“¿Puedo vivir toda mi vida en esta injusticia? ¿Realmente debo cargar con todo solo por ser su esposa?” Estas preguntas daban vueltas en su mente, haciéndole imposible concentrarse en cualquier cosa. No quería vivir en sumisión, no quería seguir siendo la base sobre la que descansaban los errores de Ferit.
Al día siguiente, Ferit vino a buscarla, con la misma expresión fría y arrogante, como si ya hubiera ganado la batalla que él mismo había creado. Estaba allí, confiado, como si todo estuviera bajo control. Pero al mirar los ojos decididos de Seyran, se dio cuenta de que las cosas habían cambiado.
Seyran no agachó la cabeza, no titubeó. Miró fijamente a Ferit, sus ojos llenos de una determinación que él nunca había visto. “Haz lo que quieras,” dijo ella, con una voz fría como el hielo, pero cargada con una fuerza que Ferit no podía ignorar. “Pero no me inclinaré más.”
Esas palabras fueron un golpe fuerte, dejando a Ferit en silencio. No podía creer que ella, la esposa que pensaba que era débil y fácilmente controlable, pudiera levantarse y oponerse a él. El silencio entre ellos se alargó, y finalmente, Ferit tuvo que enfrentar la realidad de que su control sobre Seyran había llegado a su fin. Ella ya no era la mujer que siempre soportaba la opresión.
Seyran sabía que esta decisión no sería fácil. Cambiaría todo, no solo la relación entre ella y Ferit, sino también la forma en que su familia la vería. Pero ya no tenía otra opción. Tenía que defenderse, porque nadie más que ella podía protegerse de esta injusticia.
Y a partir de ese momento, Seyran dejó de ser la mujer que callaba y sufría. Decidió luchar, aunque eso significara enfrentar todo lo que había construido hasta ahora.