content3-4 minutes 12/1/2024
Martina y Petra se encontraban frente al Conde de Ayala en su oscuro despacho, donde la luz tenue de una lámpara de aceite reflejaba las paredes frías. El ambiente estaba cargado de tensión, como una cuerda tensada, y cualquier error podría hacer que todo se derrumbara.
“Sabemos que se envenenó a sí mismo para culpar a la sobrina de los Marqueses del intento de asesinato”, dijo Petra, con voz firme. No lo miraba directamente, pero cada palabra que salía de su boca estaba cargada de determinación. “Usted pensó que todo el mundo creería que ella estaba detrás de la conspiración, pero no anticipó una cosa…”
El Conde de Ayala, un hombre de ojos tan oscuros como la tinta, parecía impasible. Se sentó allí, frío y sereno, pero Martina podía sentir la creciente inquietud en su interior. El Conde intentó negar las acusaciones, pero Petra no le dio tiempo para escapar.
“Aquí está la prueba”, continuó Petra, sacando de su bolsillo una pequeña botella de veneno. En la botella, había una huella dactilar débil pero lo suficientemente clara para identificarlo. “Sus huellas dactilares están aquí.”
Martina observó el rostro del Conde, buscando cualquier signo de vacilación, pero él solo sonrió fríamente. Finalmente, cuando ya no podía seguir negando, el Conde suspiró profundamente, como si estuviera preparado para admitir todo.
“Está bien, han ganado. Yo soy el que está detrás de todo esto. Pero no crean que saldrán tan fácilmente”, dijo el Conde, sus ojos se volvieron agudos como cuchillos. “Si la verdad sale a la luz, las consecuencias no solo se limitarán a una pérdida de honor. Tendrán que pagar un precio alto.”
Martina y Petra se miraron, sus ojos llenos de determinación, pero en su interior ambas sentían el peso de las dudas, las preguntas sin respuesta. Habían casi descubierto una gran conspiración, pero también significaba enfrentar un precio demasiado alto.
“¿Qué quieren que hagamos?”, preguntó Martina, con voz baja pero decidida. No retrocederían.
El Conde de Ayala soltó una risa burlona. “La verdadera pregunta es: ¿qué harán ustedes? ¿Protegerán la verdad y enfrentarán la cruel consecuencia, o protegerán a sí mismas y guardarán silencio?”
Martina y Petra se quedaron en silencio. La verdad era un arma de doble filo: si la revelaban, no solo sus vidas, sino las de sus seres queridos, estarían en peligro. Pero si guardaban silencio, ¿podrían perdonarse a sí mismas?
Ambas se quedaron allí, cada una con una decisión que definiría su destino. Las conspiraciones, las mentiras y las decisiones difíciles les esperaban. Y, sin importar el camino que eligieran, sus vidas nunca volverían a ser las mismas.