content3-3 minutes 11/28/2024
El palacio estaba en pleno ajetreo con los preparativos de la boda de Catalina y Pelayo. Los criados se movían de un lado a otro, organizando las flores, decorando el salón y preparando todo para lo que sería una de las ceremonias más grandiosas del año. La emoción era palpable en el aire. Los sirvientes soñaban con asistir a la boda, sentir la atmósfera festiva de la celebración, e incluso, por un momento fugaz, imaginarse como parte de la familia del palacio. Entre ellos se comentaba en susurros sobre lo maravillosa que sería la ceremonia, cómo se verían los nobles de la corte, y lo hermoso que luciría la novia, Catalina.
Sin embargo, esos sueños fueron aplastados por las palabras de Petra, la mujer que gobernaba con mano firme a los sirvientes. “Ni Pellicer ni Lope estarán allí. Su sitio es aquí, sirviendo”, dijo con tono autoritario mientras los observaba trabajar. Las palabras de Petra cayeron como un jarro de agua fría sobre todos. El entusiasmo se desvaneció de inmediato, y los criados comenzaron a murmurar entre sí, disgustados por la clara distinción de clases que acababa de ser reafirmada de manera tajante. Mientras Petra se retiraba, la sensación de injusticia quedó flotando en el aire, helando los corazones de los sirvientes que, por un momento, habían permitido que sus sueños volaran.
Pellicer, uno de los criados más jóvenes y con un espíritu más rebelde, sintió el peso de la humillación. Dolido y decidido a hacer valer su dignidad, buscó a Petra en privado. “¿Por qué no podemos asistir? ¿Acaso no hemos trabajado tanto como todos los demás en los preparativos?”, le preguntó con voz temblorosa de frustración. Petra, inquebrantable como siempre, lo miró fijamente. “Porque tú, Pellicer, y todos los demás como tú, no sois parte de este mundo. El lugar de los criados es servir, no celebrar.” Sus palabras fueron duras, pero claras. No había lugar para el cambio, ni para la esperanza de que las clases pudieran desdibujarse. La línea entre los nobles y los sirvientes estaba marcada de manera invisible pero firme. Los sueños de los criados se desvanecieron en ese instante, comprendiendo que, para Petra, el orden social era una barrera que nunca podría cruzarse.